En el pensamiento contemporáneo existe una controversia en cuanto a la clasificación de las épocas históricas, unos más escépticos incluso advierten sobre la arbitrariedad de estas clasificaciones y sobre la imposibilidad de entender al proceso histórico de la humanidad encuadrándolo en estadios independientes y diferenciables. Estos advierten también sobre la subjetividad y relatividad de estas conceptualizaciones, ya que las mismas han cambiado según el consenso entre los pensadores e historiadores y las cuales, en nuestro caso, corresponden a una vivencia y cosmovisión particular del mundo, como lo es la cultura occidental.
Insertándonos en el debate occidental encontramos dos posiciones más o menos dominantes. Una afirma que estamos en presencia de la modernidad. La otra sostiene que la modernidad ha sido trascendida y nos encontramos en un momento posterior a esta o postmoderno. Los primeros parten de una definición de modernidad hija del renacimiento, de la ilustración y de la progresiva independencia entre estado y religión. Los otros parten denunciando que la modernidad es un pensamiento hijo de una cultura y un tiempo histórico particular. Apelan a las distintas formas de interpretar y vivir la historia, las cuales dicen dependen de cada cultura, de cada generación, o incluso cada individuo. Dicen también que la modernidad ha sido más una aspiración particular que un estado de hechos. De este modo cuestionan las bases modernas como lo son la libertad individual, la objetividad de la ciencia y del pensamiento, la posibilidad de fundar el conocimiento y la conducta humana en una razón independiente de dogmas o creencias originados estos por la innegable tradición y costumbre. Los más radicales acusan a la modernidad no solo de etnocéntrica y abstracta, también de imperialista y sostenedora del sistema capitalista.
Desde el lado moderno se ha interpretado una reformulación de la primera modernidad, se ha repetido que el ser moderno no ha dejado de ser quien busca la verdad y quien acepta la razón como máximo tribunal, motivo por el cual se han incluido las críticas provenientes del postmodernismo de modo que a la modernidad ya no se la entiende como un único discurso universalmente establecido, sino que es el momento en el que los discursos se multiplican producto de la libertad y la búsqueda de la verdad, la cual ahora se entiende de modo falible o hipotético. Se ha entendido que el conocimiento más que tener una base objetiva su fundamento es un legítimo acuerdo intersubjetivo, que la libertad individual es también libertad colectiva y que los fines como la emancipación, la igual libertad y la autonomía de la persona se mantienen vivos. De este modo los modernos contestatarios definen a la modernidad como un tiempo en el que se comienzan a dejar atrás los dogmas y prejuicios, la violencia y todas las formas de dominación. No como un tiempo en el que estos ideales han sido alcanzados, como dicen algunos conservadores que se llaman ellos mismos como modernos o liberales, y como denuncian los postmodernos diciendo que la modernidad es un discurso irreal. La modernidad entonces sería un proceso en el cual estamos inmersos y el cual construye, pero no ha concluido sus cometidos.
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