viernes, 2 de octubre de 2009

Por la unión coherente entre los discursos empíricos, éticos y morales


La ontología, todo lo relacionado con la comprensión del ser. El paradigma realista, susceptible a ser clasificado de ciencia normal, la que nos habla de los hechos, nos describe la existencia de una sociedad global construida desde las comunidades locales, desde las relaciones concretas. Nos habla de un pluralismo social, en el cual los Estados participan, pero de ningún modo son actores exclusivos. El realismo también nos dice que en dicha sociedad opera más el principio de anarquía que el del respeto a una autoridad central, esto ya que la realidad o el todo está fundamentado por la moderna teoría de sistemas.

Si integramos a la axiología con la deontología como partes imprescindibles de un mismo proceso, donde los valores nos hablan de fines, de metas y objetivos, siendo las normas no más que medios adecuados y coherentes para la persecución de esos axiomas, donde la moral, la deontología, las normativas no son otra cosa que los medios correctos para alcanzar con mayor efectividad los fines perseguidos. Podemos crear una analogía entre ética y teleología, entre deontología y moral, dualidad ordenada racionalmente como instancias de un proceso que podemos llamar como reflexión y práctica del deber ser, nunca como descripción del ser. Una parte del proceso corresponde a la gnoseología del fin, la otra a la gnoseología del medio, éste último impregnado de consideraciones prácticas, ya que busca concretar un fin, mientras que el primero es una consideración utópica, ya que se circunscribe al juicio de fines, esto es de significantes que no existen, ya que de lo contrario no se plantearían como fines. Entonces la comprensión del medio se diferencia por no ser utópica sino mediadora o conciliadora, ya que tiene por objetivo integrar la comprensión de la realidad, el ser este del realismo, con las demandas del deber ser, demandas del idealismo, es por esto que los fines son ideales y los medios son las mejores formas para concretar el ideal sobre la base de una realidad identificada. El neopositivismo yerra al prescindir de la deontología, uno de los pasos fundamentales del proceso cultural, al violar la dignidad de la expresión humana y el verdadero procedimiento científico, porque el error está en confundir los discursos éticos, con los morales, y estos con el discurso realista, donde la descripción de los hechos, el discurso neopositivista, es la base sobra la cual se consideran fines o metas para alcanzar, es la comprensión de la realidad que cuando se identifica esta se vuelve a considerar, a reflexionar, sobre, no la realidad otra vez, sino los fines, para cuando estos ya están identificados se vuelve a reflexionar, y debatir otra vez, pero ahora sobre los medios para alcanzarlos, medios justificados como los más aptos desde el punto de vista – racional –, como los validados más eficientes en los resultados de la aplicación, de estrategia o instituciones sobre la sociedad global, buscan los medios la mayor concreción del fin.

Si el método para conocer, no solo lo que existe, sino también lo que debe existir, fuera eficiente, nos informaría en su análisis acerca de los medios más adecuados para lograr nuestros objetivos, nuestro desarrollo, el que claramente depende de una especulación sobre lo que es la realidad, de un discurso empírico, si fuese así sería más completo y coherente, en vez de presentar a las partes del proceso como contrarias, competitivas e inconmensurables, confundiendo los análisis y creando contradicciones injustificadas desde el punto de vista lógico y racional. Esto vale decir que si todos los humanos persiguieran sus propios fines tendrían que tener las normas que lo permitieran, las instituciones. De lo contrario surgen contradicciones conflictivas entre los fines particulares, entre las normas para que incluso cada uno se autodesarrolle, esto al haber más choque que complemento pierde fuerza la probabilidad del mayor beneficio, son más fructíferas las relaciones que en sus mutuos objetivos logran el máximo de ambos, es ser primero consiente y luego inteligente. Si entendemos al deber ser como a la alianza entre la ética y la moral, como pasos lógicamente ordenados, imprescindibles ambos, y si entendemos al ser como la identificación gnoseológica de lo que hay, de lo que existe, tendríamos entonces tres distintos pero necesarios, ordenados e imprescindibles análisis. Primero el empírico, segundo el ético y tercero el moral, donde el moral concilia e integra a los dos anteriores, los que se presentan como superficialmente opuestos, ya que opuestos en su totalidad no podrían ser, ya que uno es hijo del otro. Sin una consideración de lo que es, no podríamos imaginar un deber ser, deber ser que lo entendemos dual, esto es primero un discurso ético, es decir de valores, y finalmente un discurso moral, es decir de normas.

La epistemología como estudio del método no tendrá más que concebirse de manera análoga a la deontología, ya que ambas juntas nos dan un método, o una norma, más efectiva para la persecución de fines, es decir conciliadora. No olvidemos que la ciencia, es decir el método científico, no se propone otra cosa que conocimiento, entonces si el conocimiento es un fin, el método por el cual accedemos a él, es también una norma, es decir un medio. Si el método científico es análogo a la moral, esto desde su constitución lógica, ¿no debería tener acaso también el mismo contenido? Si el fin es el conocimiento, el medio es el método científico, y la realidad es la base que se tiene por cierta y sobre la cual se especula, se investiga. Entonces la realidad, lo que tenemos por cierto, las hipótesis que se critican, que se refutan y las conexas a toda tesis, son de carácter prescriptivo al ser la base sobra la cual se especula, o de lo que se va a especular. La construcción del conocimiento es intersubjetiva y se logra por medio de observaciones, experimentaciones, contrastaciones, y por sobre todo, comunicación enderezada al entendimiento.

Una cosa que si hay que dejar clara es que el proceso por el cual conocemos el deber ser no hay que confundirlo con el proceso mediante el cual conocemos, o intentamos de conocer, el ser. El análisis descriptivo nos habla de cómo, está constituida y se constituye la realidad, la existencia, como es el presente y como ha sido el pasado, se puede pronunciar acerca de las probabilidades del futuro, pero no puede explicarnos cómo deberían estas las cosas, el cómo debería ser la realidad. Esto es así ya que en el análisis sobre el deber ser intervienen deseos, es más, es la descripción de esos deseos y de los medios adecuados para alcanzarlos, el discurso sobre el que se pronuncia el deber ser, es la idealización de la realidad. La cual claramente se hace luego de una descripción de lo real, operación esta última que estando teñida de valoraciones y determinismos históricos y espacio-temporales, no se propone objetivos de práctica, de intervención social, y por tanto nunca debe ser tenida como única parte del método científico, ya que de lo contrario el método sería reducible a lo abstracto, a lo puramente declarativo, es decir que no crea práctica, constituida esta última por la consideración de objetivos y por la implementación de medios para ellos, es decir del análisis ético y moral.

Entonces el paso inteligente no es más que primero observar (ser) para luego actuar (deber ser), donde el deber ser es la consideración primero de los fines, para luego mediar eficientemente entre la realidad y el fin buscado, es decir la puesta en práctica requiere de mecanismos lógicos y herramientas necesarias para que la realidad que viene en el futuro sea construida por el logro de nuestras metas, cumplidas estas en una sociedad que es también interpretada. Una cosa es la observación del entorno, la otra es la pura reflexión acerca de fines y otra, también distintas a las anteriores, es el mejor medio para hacer del entorno los fines, mejor medio considerado sobre un discurso racional, prescrito este en sus fundamentos pragmáticos, éticos y morales, prescripción producto del orden de análisis, en donde el discurso moral es el último tras haber tenido identificado al discurso de valor y al discurso empírico-pragmático. Una confusión de estos pasos, ya sea de su precedencia como de sus contenidos, es una triste ligereza intelectual, totalmente contraproducente y falaz para la producción de cultura, no debemos confundir a la realidad con el ideal, ni al medio para hacer de lo primero lo segundo con, o puramente el ideal, o puramente lo real, ya que al ser medio, integra tanto al ser como al deber ser de la manera en que ambos se satisfacen, el medio es el procedimiento lógico mediante el cual proyectamos fines sobre objetos, sobre identidades empíricas. Esto significa que el paradigma realista no es inconmensurable con el idealista, ambos se suponen, ambos corresponden a distintos análisis, pero que se INTEGRAN en un análisis más eficiente, más práctico, fusión creada gracias al medio. Cuando los medios son los más indicados para los fines buscados en una comunidad interpretada con anterioridad, prescrita por el discurso preeminentemente válido dentro de ella, nos lleva a la mayor construcción de cultura. Significa también que ambos son imprescindibles e interdependientes, y que se repiten consecutivamente, respetando su intercalado, esto es un medio para un fin, un fin para una realidad, la cual es también producto del mismo mecanismo, el que tal vez o no alguna vez empezó y que alguna vez o no terminará. Una norma para un fin, cuando el fin se hace realidad o se obtiene un resultado de la intervención, es este resultado una base sobre la cual se plantea otro, o el mismo fin. Si es otro se plantean los medios, si es el mismo, no se yerra usando los mismos medios que no nos llevaron al fin buscado.

La prueba es un acuerdo racionalmente motivado hacia la demostración de argumentos integrados con la percepción conjunta de una realidad, donde el lenguaje es el medio con el cual se comunican los actores que participan del discurso enderezado al entendimiento. Para hacer de lo que entendemos por real algo justo es fundamental que el medio por el cual conocimos haya sido moral. Para hacer justos nuestros valores es fundamental, además de que la realidad de la que se parta sea justa primero, que la persecución de valores sea eficiente, es decir que se busque con el mejor medio, el cual es otra vez análogo a la moral, a la justicia. A la moral la entendemos como al conjunto de normativas, de principios, que posibilitan la más eficiente persecución de fines, es una consideración particular, contextualizada a cada realidad interpretada y al valor buscado en cada caso, pero implica la universalización de la vida, la que es derecho de todos y del todo. Exige que nos pongamos en el lugar de todos como partes del todo y de que seamos igualitarios y equitativos. Es valorar en igualdad la imprescindibilidad de la voluntad, el conocimiento y el consentimiento de cada uno de los integrantes del mundo, incluso aquellos no humanos, los cuales merecen igualdad de consideración. La moral son los Derechos Humanos, son los medios para la constitución de una república democrática global para una sociedad mundial que la demanda.

Entonces toda clarificación de seres y deberes seres tiene que surgir de medios racionalmente morales, es decir donde todos informados participen y acuerden sobre la base de las pruebas y la coerción de los mejores argumentos. Lo prescriptivo es la base de la cual siempre se parte, los principios básicos de la moral racional universal, los cuales capacitan la obtención del justo conocimiento, es decir, del más verdadero.

La conclusión es la democratización de todas las esferas de la acción y decisión humanas, de la economía globalizada, de las culturas, de los sistemas políticos y jurídicos, de las ciencias y las filosofías, y por qué no, de las religiones y sectas. ¿Cómo institucionalizamos este fin, el de una sociedad global universalmente democrática? Esta pregunta se responde, como ya hemos dicho, teniendo en cuanta la realidad en la que estamos por un lado y las herramientas que tenemos y podemos tener para lograrlo. Estas pueden ir desde las reformas políticas hasta una verdadera revolución pacífica, una educación universal, entre otras.

El paradigma idealista moderno nos habla de un ethos global constituido por el logro de la emancipación humana, fundamentada esta en un intersubjetivismo ético, lograda gracias a un medio moral universal, constituido por derechos y garantías, fundamentados en un intersubjetivismo ético por un lado y en un prescriptivismo ético universal, basado en la realidad que juntos y todos interpretamos, en nuestras necesidades, nuestra naturaleza compartida, nuestro único mundo. La emancipación humana tiene por objeto la autolegislación política, la moral universal tiene por objeto una justicia global en todos sus sentidos. Este ethos alude a una sociedad sin estado positivo, sin un monopolio legítimo del uso de las fuerzas, pero si alude a un estado moral, a una sintonía de conciencia de la cual todos somos partes y gracias a la cual todos nos sentimos parte del cosmos. Es gracias a la razón reflexiva y comunicativa, como prueba y como constructora de acuerdos falibles, que es posible imaginar un mundo de personas que actúan como lo que son, como seres humanos. Lástima que no todos saben que es ser humano…

Comprensión de la Filosofía de Jürgen Habermas

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